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El camarada George Abdallah, representa un caso humano y revolucionario extraordinario en nuestros días. Podría asegurarse, que pertenece a un relato que no corresponde a nuestra era actual, la era de Bin Salman, Mahmoud Abbas y Al Sisi. La era de la rendición y la normalización de relaciones con la entidad sionista, que se ha convertido en “una opción nacional-patriótica”, en manos de unas clases sociales derrotadas, de unos señoritos sectarios, de unos mercaderes de la religión gamberros y de unos reyes y sultanes tiranos de nuestra época.
El enemigo es consciente, ese que está al otro lado de la contradicción, que George Abdallah, es un caso “peligroso” y “desastroso” para todos, particularmente, en esta era imperial-colonialista. Y nos pregunta con toda desfachatez, el enemigo, pero: ¿Quién le quiere fuera de la cárcel? ¿Incluso de los mismos árabes?, entonces, este genio debería seguir dentro de la lámpara sin opción de salir al exterior, ni que contemple la luz, ni a la gente. Si te acercas a él, te puedes contagiar por la epidemia revolucionaria, la locura del rechazo y te pueden poseer los duendes de la rebelión, y es por eso, que Condoleezza Rice, y en más de una ocasión, como después lo dijo también tanto Hilary Clinton como Mike Pompeo: “Habría que mantenerle, a George Abdallah, lejos de Alqoubaiyat, Ein Al Helweh, Beir Zeit, Tánger, Aswan y de todos los árabes. Debería quedarse preso en la lejana prisión de Lannemezan en Francia, sin poder salir nunca.”
Los sucesivos gobiernos libaneses, desde hace 35 años, ignoran su existencia, haciendo del silencio oficial, una activa participación y confabulación en el proceso de detención. Un claro y escandaloso proceso difícil de encubrir. Si George Abdallah, fuera un traficante de armas o drogas, como lo es Samir Geagea, por ejemplo, habría sido un gran líder en su pueblo. El regreso de George Abdallah a su patria aterroriza a los emires del petróleo y de la guerra, desenmascara a todo este vil sistema confesional, que no nos trajo más que la muerte, la destrucción y el racismo.
George Abdallah, este que sabe hablar y escribir en seis idiomas, leyó la lección de la historia muy bien. Sabe que el pueblo árabe, que fue colonizado y dominado por un estado otomano durante 500 años, para después encontrarse bajo la ocupación colonial occidental, y enfrentándose al movimiento sionista, tiene una gran causa justa que se llama Palestina, y que el proceso de liberación y de autodeterminación, desde el océano atlántico hasta el golfo arábigo, empieza y termina en Palestina. El es un firme creyente, en que el panarabismo tiene capacidad para su auto renovación dentro, tan solo, de la revolución, siempre cuando, nuestras corrientes nacionalistas y de izquierdas, abandonasen su concepto clásico sobre “nacionalismos”, y sus atrasados métodos de funcionamiento. Y es porque, George Abdallah, en primer lugar, pertenece a Palestina, y Palestina, no pertenece a ninguna confesión, ni religión, ni etnia. Es la causa de un pueblo, cuya mitad, vive bajo la ocupación, mientras que la otra mitad, está dispersada en diferentes exilios. Palestina es la causa de las aplastadas clases populares árabes que las han arrebatado todo, incluso su propia conciencia en si misma, en sus derechos y en su causa central.
Y cada vez que George Abdallah comparece ante un tribunal francés que le pregunta sobre el “arrepentimiento” y la petición de “perdón”, para poder regresar a su casa. Él responde: Soy árabe. Palestina es mi causa, así que, no me arrepentiré, ni negociaré. El panarabismo para George, o es humanista, o no es. Y es revolucionario, o reaccionario, porque el panarabismo no puede significar una identidad superficial, confesional y extraña.
George Abdallah llegó a la conclusión, desde el primer momento, y desde que portó su primer rifle, que ya no posee ni a si mismo, ni a su propia decisión, porque ya representaba a cientos de millones de oprimidos, y que todo árabe, tiene su propia prisión: sionista, árabe o francesa. No hay diferencia, porque la libertad es, como Palestina, la causa de todos y es una tierra irrepartible, así que, rechaza cualquier trato y acompaña todos sus mensajes con una postdata que se ha convertido en un tatuaje permanente y firme: ¡Camaradas! Es una infamia retroceder, vencemos juntos, y no vencemos más que cuando estamos juntos.
Traducido del árabe por, Jamal Halawa